Arte subterraneo: Crónica de un día en el subte B




Cantantes, malabaristas, violinistas y hasta recitadores convocan a un espectáculo constante por debajo de la tierra. Un sinfín de músicos de varias índoles desparraman su arte por cada vagón. Amateurs o profesionales, artistas de todas las edades encuentran en el subte una forma de subsistir.
"Nosotras somos felices tocando en el subte, nos parece que es para todos una linda forma de comenzar el día escuchando un poco de rumba alegre. A veces los pasajeros nos paran y nos dicen que vernos los puso de buen humor”, aseguran las hermanas Iraola, quienes transitan por la mañana los vagones de la línea B y por la tarde se dirigen a Florida.
Marcos, por su lado, con once años recién cumplidos es el más grande de cuatro hermanos y confiesa que comenzó a practicar malabarismo porque “no le quedo otra”, pero afirma que luego de mucha práctica, hoy disfruta mucho de hacerlo y desea formar parte de un circo algún día. Teresa, su madre, es viuda hace 4 años y hoy son una familia que vive en situación de calle.
“Mi mamá no tiene trabajo, y yo quería ayudar a mi familia. Mis hermanos son muy chiquitos, y yo ya no quería salir a mendigar, quería darle algo a la gente”, asegura con firmeza Marcos mientras practica con sus cuatro pelotas hechas de papel de diario y cinta scoch.
La línea B también lo tiene a Matías, un joven de 25 años que recita poemas de Pablo Neruda e invita a la reflexión y a la calma a aquellos pasajeros de las 7.30, que sólo buscan llegar a casa después de una larga jornada laboral.
Y al violinista serio, grandote y de pelo largo, que se niega a dar su nombre, pero que olvida la rudeza en las tres estaciones en las que dura su espectáculo para demostrar su talento y parece convertirse en una especie de ser angelical luego de haber regalado tanta belleza musical.
El subte B, ya no sólo cumple la función de transporte público para millones de argentinos, también es el lugar de trabajo para muchos y el hogar de unos cuantos. Y la odiada rutina de viajar en subterráneo para comenzar o terminar el día, puede sentirse distinto tal vez, luego de escucharlo a Matías o a las hermanas Iraola, o después de verlo a Marcos hacer su gracia juntos a sus tres hermanos que no pierden el asombro al verlo también. Así funciona, y así seguirá siendo: unos cuantos vagones que cobijan el arte y refugian a decenas de artistas callejeros que pasean en ellos entregando su talento.

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